En muchas ocaiones es difícil poner en palabras algunas vivencias.
Pero también siento que escribirlas puede ser parte del proceso de sanación.
Hoy quiero compartir algo muy personal de mi camino hacia la maternidad: mi segunda inseminación artificial y la pérdida que viví poco después.

Estoy buscando a mi segundo hijo.
Lo hago como madre soltera, con decisión, esperanza y mucho amor.
Hace poco me sometí a mi segunda inseminación artificial. El resultado fue positivo. Por unos días, sentí que ese sueño se estaba haciendo realidad. Ya me imaginaba compartiendo la noticia, abrazando la idea de una nueva vida creciendo en mí.

Pero a los pocos días, el valor de la beta comenzó a bajar. El embarazo no avanzó.
Me enfrenté a lo que médicamente se conoce como un aborto bioquímico.

Un término que puede parecer clínico, breve, casi insignificante para quien no lo ha vivido. Pero para quien lo experimenta, es un tsunami emocional.
Es una pérdida temprana, sí. Antes de que el embarazo se vea en una ecografía. Pero eso no lo hace menos real. Porque cuando hay un test positivo, hay ilusión, hay planes, hay nombres que empiezan a rondar por la mente. Y cuando eso se apaga, también hay un duelo que comienza.

Esta experiencia me hizo pensar mucho en lo poco que se habla de las pérdidas gestacionales tempranas, de lo invisibles que pueden ser para el mundo exterior.
Pero por dentro, dejan una marca. No siempre visible, pero muy profunda.

No escribo esto buscando lástima. Lo comparto porque quiero dar voz a lo que muchas vivimos en silencio. Porque en el camino de la fertilidad y la maternidad en solitario, hay muchas historias no contadas. Y cada historia importa.

A todas las que han pasado por un aborto bioquímico, a las que están en tratamientos de fertilidad, a las que sueñan con un hijo aunque aún no llegue: no están solas.
Yo también estoy en ese camino. Y aunque hoy duele, sé que sigo avanzando.

Gracias por leerme. Por estar.

Con cariño,